Claudio Prieto (Compositor)
Semblanza de un poeta de la música
La personalidad de Claudio Prieto presenta una perfecta unión entre el arte y el carácter, la ética y la estética. Su música es un claro reflejo de la honestidad que le identifica y que se manifiesta tanto en el rigor de la escritura musical, como en su contundente contenido sonoro, y también en el respeto a los otros: a los intérpretes y a los oyentes. Sus obras están pensadas para ser tocadas y escuchadas por los demás, en una experiencia lúdica y gustosa. Claudio siempre se pone en la piel de los demás, en la perspectiva del otro, y valora cuidadosamente el efecto que sus propuestas pueden producir. Su sensibilidad nace de la empatía y el resultado final es una fuente de belleza, entendida en un sentido concreto, sensible, pero también como generadora de un espacio ideal, de encuentro y de proyección hacia un mundo mejor. Por eso, la obra de Claudio Prieto gusta, se entiende y llega a todos los públicos, rompiendo barreras. No es música popular, comercial ni de masas, pues estamos ante un creador comprometido con el lenguaje musical más avanzado. Su estilo demuestra que la innovación se puede conjugar con los valores clásicos y eternos de la belleza y la comunicación. El resultado fluye con naturalidad, aunque sea fruto de un trabajo constante y minucioso, que siempre se ciñe a unos valores inquebrantables de sinceridad, respeto, compromiso y solidaridad. Lo que para otros puede ser una alternativa, en Claudio Prieto es un imperativo estético que aparece asumido desde los inicios de su larga y fructífera carrera. La evolución que se observa a lo largo de varias décadas de trabajo compositivo ha estado siempre encaminada a fortalecer y depurar estas tendencias, explorando el lenguaje musical a través de muy diversos instrumentos musicales, estructuras formales y referencias a la naturaleza, al arte y a la poesía. Escuchar las músicas de Claudio es un placer estético, pero también es un encuentro con una persona extraordinaria que hace este mundo más humano y más habitable.
Víctor Pliego de Andrés
17 de diciembre de 2014