Desde su fundación, en el año 2008,
El Compositor Habla ha prestado una atención muy especial al trabajo del compositor catalán
Joan Guinjoan (Riudoms, 1931 - Barcelona, 2019), de quien este mes de enero se cumplen seis años de su fallecimiento.
Afortunadamente, la desaparición física de Guinjoan no ha llevado aparejada, como sucede con otros compositores, una paralela desaparición de su música en las salas de conciertos (aunque ésta se debería programar con mayor frecuencia, no cabe duda), uniéndose a dicha presencia en vivo iniciativas discográficas que amplían nuestra mirada a la obra de un compositor en cuyo catálogo tiene un peso crucial —como señaló en su día la musicóloga Rosa Fernández— el piano, un instrumento del que Guinjoan fue un consumado intérprete y con el que no sólo experimentó muchas de las que acabarían siendo sus formas estéticas más interesantes y avanzadas, sino que nos permite recorrer su catálogo comprobando cómo, paso a paso, el compositor tarraconense fue asimilando las tendencias internacionales de su tiempo: ésas que nunca dejó de poner en diálogo con sus raíces, en una de las mejores y más firmes demostraciones que en lo musical hayamos tenido de cómo ser, al mismo tiempo, catalán y europeo manteniendo un lenguaje propio y una insaciable curiosidad por cuanto se cocía en el hervidero de la nueva música al norte de los Pirineos.
La serie que el sello español IBS Classical acaba de concluir con las obras completas para piano de Joan Guinjoan, en las interpretaciones del pianista malacitano Alfonso Calderón de Castro, es un perfecto ejemplo de ello. Con la reciente publicación de su tercer volumen, Alfonso Calderón culmina un trabajo enciclopédico que abarca desde la temprana
Pequeña Fantasía en fa menor, del año 1954, hasta la postrera
La Llum Naixent (2018), partitura escrita en los últimos meses de vida de Guinjoan y estrenada por Javier Perianes (a quien la pieza está dedicada) ya a título póstumo, el 26 de marzo de 2019, pasados tres meses del fallecimiento del compositor.
De este modo, IBS nos propone la que, hasta la fecha, es la más completa muestra del piano de Joan Guinjoan (ampliando en uno más los dos volúmenes publicados en su día por Columna Música con José Menor al teclado), un proyecto que nació de las conversaciones entre Alfonso Calderón y el propio Guinjoan, si bien, con respecto a la grabación de sus obras tempranas, Calderón nos dice —en
entrevista con Ismael G. Cabral para la revista
Scherzo— que, aunque Guinjoan «se mostró reacio al principio, ya que le obligaba a bucear en los archivos, clasificar las obras, elegir y reescribir algunas de ellas; finalmente, comenzamos a trabajar y, poco a poco, logramos completar la integral. Guinjoan supervisó cada aspecto del proyecto. Era consciente de que se trataba del testamento de su obra para piano y fue muy cuidadoso con todos los detalles».
Ese afán de rigor y exhaustividad se recoge en los tres volúmenes de IBS en los que hoy nos adentramos, cada uno de los cuales compila sus obras con una temática propia y se enfoca en un tipo de partituras en concreto, como a lo largo de esta reseña veremos.
Joan Guinjoan. Complete Piano Works Vol. 1: Jondo;
Dígraf;
Divagant;
Verbum;
Tempo Breve;
Au revoir barocco. Alfonso Calderón de Castro, piano. Francisco Moya e IBS Artist, productores. Cheluis Salmerón, ingeniero de sonido. Un CD DDD de 69:41 minutos de duración grabado en el Auditorio Manuel de Falla de Granada (España), del 23 al 25 de abril de 2019.
IBS Classical 102019.
El primer volumen de estas obras completas, publicado en 2019, fue titulado por IBS
Fundamental Works y, fiel a tal denominación, en él Alfonso Calderón reunió algunas de las que hemos de considerar como obras maestras del piano guinjoaniano, como
Dígraf (1976) o
Divagant (1978), una de las obras mayores del piano español en la segunda mitad del siglo XX.
Fue una partitura escrita en ese mismo periodo compositivo,
Jondo (1979), la que abrió en IBS este recorrido por el piano de Guinjoan. En sus tres secciones,
Jondo lleva a cabo un trabajo que, además de los típicos clústeres guinjoanianos de los años setenta, incide en los contrastes armónicos, en la violencia expresiva y, para rubricar tal atavismo asociado al flamenco, en una poderosa libertad en cuanto al ritmo, uniendo métricas predeterminadas en la partitura con la posibilidad de que el pianista improvise en vivo, lo que da lugar a lo que en su día José Menor calificó de lucha entre ambas manos del pianista, según los patrones rítmicos de cada una de ellas, bien vinculados a la composición
académica, bien al cante jondo (aunque éste no se muestre explícito, como lo podría estar en las obras de Mauricio Sotelo), provocando lo que José Menor decía una «descoordinación controlada» de un poderoso atractivo poético y musical.
Como antes señalamos,
Dígraf merece una mención especial dentro del catálogo de Joan Guinjoan, ya por un hecho meramente objetivo como el ser su obra para piano más larga, alcanzando la versión de Alfonso Calderón los 15:34 minutos de duración, siendo más corta, en todo caso, que los 16:53 minutos que empleó José Menor en su grabación del año 2007 para el sello Columna Música (1CM0222). En buena medida, ello es debido a las libertades que Guinjoan concede al pianista a nivel estructural, pues éste debe conformar, según su criterio, las transiciones entre las diferentes secciones de la partitura, lo que habilita una re-composición en cada nueva interpretación de
Dígraf. Asimismo, hay un margen de libertad en la partitura no sólo para lo estructural, sino para lo métrico, lo cual abunda en esa diferencia en cuanto a ritmos y duraciones de cada lectura. El trabajo de Guinjoan en formantes y anillos propicia los extensos clústeres que aquí escuchamos, con sus oscuras resonancias (algo más brillantes, en la lectura de Calderón). La incidencia del pianista en los anillos genera bucles que redundan en lo obsesivo y en lo onírico que José Menor nos decía que destila esta pieza, en la que los ecos del Impresionismo se dejaban escuchar más en el teclado de José Menor, mientras que Alfonso Calderón se muestra más acerado y contrastante, entre formantes de una violencia expresionista y otros de mágicas reverberaciones en pedal.
Claro que, si de virtuosismo hablamos,
Divagant lo será, en el conjunto del piano de Guinjoan, en su más alto grado, mostrando a un compositor que ya dominaba entonces, en plenitud, la etapa a la que también pertenece
Dígraf. Como en esta última, los formantes, los clústeres y los anillos generan una muy atractiva síntesis de unidad y diversidad en cada interpretación, incluidas las que Rosa Fernández calificó de «grafías propias para indicar sonoridades nuevas», reforzadas por una concepción post-bartokiana del
martellato que Guinjoan amplía y lleva a los extremos armónicos para reforzar las resonancias y la belleza poética de una partitura en la que Alfonso Calderón abruma, tanto por su músculo como por su precisión interválica.
Verbum “genoma in musica” (2003) es una obra inspirada e informada por la ciencia y el estudio de las interioridades de nuestro organismo, como podemos leer en el completo
artículo que Daniel Pérez Navarro dedicó en su día a
Verbum en la revista
Filomúsica. Así, las alturas musicales (en concreto, la, do y sol) dan forma acústica a los componentes de nuestro código genético, ADN que parece eclosionar en el teclado desde un poderoso clúster inicial al que sucede una constante recombinación diatónica de las notas fundamentales para dar forma a cada individualidad desde su herencia genética en busca de su reconstrucción final, en la que florece uno de los episodios más líricos y delicados del piano de Guinjoan: todo un homenaje al propio ser humano como vergel de posibilidades, cuyos nimios matices vuelven a portar ecos del Impresionismo, en camino hacia el silencio, por lo que el conjunto de
Verbum evoluciona, jugando asimismo con paráfrasis del habla humana, desde el desgarro de su grito inicial hasta la postrera desmaterialización del verbo, como una metáfora de nuestro paso por la vida.
La quinta partitura de este primer compacto,
Tempo Breve (2006), fue compuesta para el XLIX Concurso Internacional de Piano “Premio Jaén”, y en ella el maestro catalán muestra una escritura más asequible y menos aristada que en sus partituras de los años setenta, sin duda, para no poner en semejantes aprietos a los concursantes. En todo caso, y como nos recuerda Rosa Fernández, estamos ante un compendio del piano de Joan Guinjoan, que estructuró
Tempo Breve en un tema, cuatro variaciones y un
finale, abundando en contrastes, motivos diatónicos, clústeres y un trabajo muy refinado del pedal, por lo que sobrevuelan los ecos de Olivier Messiaen; de forma más concreta, sus
Vingt Regards sur l’Enfant-Jésus (1944). Un segundo compositor aparecerá, a modo de homenaje, en el
finale: Frédéric Chopin, con su
Sonata para piano n.º 2 en si bemol menor, Op. 35 (1837-39), obra que Rosa Fernández dice referencial en la carrera de Guinjoan, con lo que los ecos históricos se multiplican, sin que por ello decaiga la unidad estética, incluidos los recurrentes estilemas que hasta aquí hemos ido viendo y la exigencia de virtuosismo al intérprete, que Alfonso Calderón cumple con creces.
Ese eclecticismo ya había marcado, un cuarto de siglo antes, a una partitura tan vibrante y disfrutable como
Au revoir barocco (1980); sin duda, una de las obras para piano más importantes de Guinjoan. Con su forma ternaria,
Au revoir barocco muestra las lecciones bien aprendidas del piano de Anton Webern, por la prolija red de relaciones estructurales que hacen de la obra un florecimiento constante. Es por ello que, sublimados, los entramados musicales de Johann Sebastian Bach también se asoman a este rizoma histórico, entrevistos a través de un serialismo que,
stricto sensu, no lo es en su conjunto, pues vuelve aquí Guinjoan a combinar el férreo rigor de lo weberniano con el lirismo y el color de lo mediterráneo, en una obra sin descanso hasta su mismísimo final: apabullante, tanto en lo formal como en lo tímbrico, cerrando con brillantez Alfonso Calderón el disco más importante de los tres que hoy comentamos en cuanto a calidad de las obras en él incluidas.
Joan Guinjoan. Complete Piano Works Vol. 2: Preludio núm. 1;
Ensayo a dos voces;
El Pinell de Dalt;
Fantasía en Do;
Scherzo i Trío;
Suite Op. 1;
Pequeña Fantasía en fa menor;
Tres pequeñas piezas Op. 2;
Rosario Vasconcel;
Suite Moderna;
Momentos núm. 1;
Chez García Ramos. Alfonso Calderón de Castro, piano. Francisco Moya, Gloria Medina e IBS Artist, productores. Cheluis Salmerón, ingeniero de sonido. Un CD DDD de 54:43 minutos de duración grabado en el Auditorio Manuel de Falla de Granada (España), del 7 al 9 de marzo 2022.
IBS Classical 102024.
Una vez reunidas, en el primer disco, las obras para piano más destacadas de Joan Guinjoan (aunque podrían haber sido más las que conformasen ese primer compacto, pues no escasean en el catálogo del compositor catalán las que ofrecen motivos para tal distinción), IBS y Alfonso Calderón publicaron, ya en 2024, el segundo volumen de las obras completas para piano de Guinjoan, titulado
Early Works, un compacto, si cabe, aún más necesario, pues cubre huecos en la discografía del compositor, permitiéndonos conocer mejor esa primera etapa en la que tan estrecho contacto tuvo Guinjoan con el que, sin duda, podemos calificar como su instrumento de cabecera, el piano.
Por tanto, nos retrotraemos a los albores de la carrera de Joan Guinjoan, y aunque como opus 1 del compositor tarraconense aparezca en este compacto la
Suite (pieza que sabemos ya había sido tocada en público en el año 1960), la partitura para piano más antigua que hoy en día recoge el catálogo de la Fundació Joan Guinjoan es la antes citada
Pequeña Fantasía en fa menor del año 1954. Es ésta una pieza del periodo en que Guinjoan desarrolló una sólida carrera como pianista en España, Francia y Alemania, tras sus estudios en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona, con el maestro Alexandre Ribó. Estamos, asimismo, en un momento crucial: el del paso de Barcelona a París, del que nace la apertura de miras, el diálogo y la síntesis estilística que se asoma a estas obras tempranas, en las que se escuchan ecos de la música popular catalana y una impronta cada vez mayor del Impresionismo francés (que bien conocía Guinjoan en Barcelona, por la gran influencia que éste tuvo en la composición catalana de la primera mitad del siglo XX, en la que Guinjoan se enraíza y a la que volvería, de algún modo, en sus piezas tardías, enriqueciéndolas con lo asimilado tras toda una carrera que tuvo al piano en su núcleo técnico y estilístico).
Si ello ya estaba presente en una partitura más abstracta y delicada, como la
Pequeña Fantasía en fa menor, esto se multiplica en las seis piezas que componen la
Suite Op. 1, obra poderosamente evocadora a la que se asoman, como al conjunto de este primer Guinjoan, ecos que incorporan a Albéniz y Granados, en piezas como
Española, si bien en otras, como
Ritmos modernos, el compositor de Riudoms mira a un piano más actual a finales de los años cincuenta, con su multiplicación de capas rítmicas y un uso del
martellato que sería sustancial en décadas siguientes para expandir las resonancias: trabajo del pedal que destacaba en varias de las piezas del primer compacto de estas obras completas. La más larga de las seis piezas que integran el opus 1,
Canto popular religioso, presenta un curioso contraste entre la exposición de su tema principal, solemne, a modo de himno, y el arpegio que lo acompaña, evolucionando hacia un paisaje mistérico en el que, como en otras partituras tempranas de Guinjoan, parece reflejarse la influencia de otro compositor catalán que vivió a caballo entre su tierra natal y París, Frederic Mompou, con su ascética y depurada religiosidad
La primera de las
Tres pequeñas piezas Op. 2 (1960) asume ese ascetismo suspendido y místico en forma de zarabanda, por lo que, al mismo tiempo, lanza un guiño a las danzas características de las suites barrocas, algo que se redobla en una segunda pieza,
Siciliana, que es un explícito «Homenaje a los clavecinistas franceses»; de ahí, su abundancia en contrapunto y el gusto por una elegante ornamentación en la que la melodía principal no deja de ser discernible, suspendida entre un piano que buscaba ya el virtuosismo del Guinjoan de madurez. La tercera de estas
Tres pequeñas piezas se lanza al exotismo, si bien filtrado por un innegable regusto francés, en un momento en el que Guinjoan regresa a Barcelona, profundizando en sus estudios de composición con Cristòfor Taltabull. Por cómo Alfonso Calderón interpreta estas piezas, la presencia de Béla Bartók se hace notar, una y otra vez, en unas versiones aguerridas y de notable impulso, en las que el ataque se redobla y expande con personalidad propia, como lo hará en las resonancias entre las que se esfuma
Rosario Vasconcel (1960).
Igualmente del año 1960, y también dividida en tres movimientos, es la
Suite Moderna, una obra de abundantes contrastes en la que se sintetizan mundos tan dispares como el piano ruso y el norteamericano, pues la influencia tanto de Prokófiev como del
jazz es aquí palpable. Es por ello que podemos pasar de la sensualidad y del lirismo de su
Lento central a un
Presto de cariz suprematista, conformado por métricas que chocan entre sí y se superponen, anticipando al maestro del ritmo que Guinjoan llegaría a ser en cumbres de su catálogo como
Jondo,
Dígraf o
Divagant.
El
Preludio núm. 1 (1961) abunda en ese énfasis rítmico, si bien incorpora una mayor ligereza y un deje afrancesado que lo hace aún más elegante, marcado, de nuevo, por el baile y una acusada direccionalidad que conduce las energías de sus materiales con una construcción métrica de acusada pulsión horizontal, frente a la más polifónica, vertical y arquitectónica pieza final de la
Suite Moderna. Es evidente, por ello, que estamos ante un momento en el desarrollo artístico de Guinjoan en el que mandaba la experimentación y la búsqueda de un lenguaje propio; de ahí, que se sucedan las indagaciones en estilo dentro de un mismo año, como podemos escuchar en la coetánea
Momentos núm. 1 (1961), partitura en la que, a la tensión rítmica tan acusada de las anteriores piezas, se suma el gusto por un eco impresionista en el que el cromatismo adquiere un papel central en el ecuador de la una obra que compendia muchas de las exploraciones del Guinjoan de la transición entre los años cincuenta y sesenta, pues a sus compases más virulentos se vuelve a asomar Bartók, en continuas alternancias que, como señala Diego Civilotti, asimismo incorporan un «aroma scriabiniano».
También la pieza más larga de este compacto (con sus casi diez minutos de duración), la
Fantasía en Do, es producto de ese fértil año que para el piano de Guinjoan fue 1961. Estamos ante una forma recurrente en el catálogo del compositor catalán, desde la ya citada
Pequeña Fantasía en fa menor hasta la última en su género, el dúo de acordeones
Fantasía del Trencadís (2011). La fantasía, en manos de Guinjoan, se convierte prácticamente en una rapsodia, por cómo un tema principal va conociendo sucesivas metamorfosis rítmicas y armónicas que tienden de forma muy clara hacia esa individualización de ambas manos que habría de llegar a sus últimas y más extremas consecuencias dieciocho años más tarde, en partituras como
Jondo. Aquí no hay espacio, todavía, para la improvisación, pero sí para la inventiva y la exploración de los límites en los que la cohesión se abisma a la ruptura del discurso unitario, lanzándose el tema fundacional, igualmente, a explorar otros estilos, como los ritmos, el color y la sensualidad del
jazz que se escuchan en una de sus variaciones, o el carácter solemne del himno, quebrado una y otra vez por ese pianismo que desde el este de Europa llegó a Guinjoan con sus mecanismos, planos superpuestos y gusto por los efectos contrastantes.
El contraste entre ambas manos y, por tanto, la pluralidad en cuanto a métricas y ritmos, conocerá un importante paso adelante en
Ensayo a dos voces (1962), pieza en la que el contrapunto madura y se individualiza, empezando a mostrar aquí Guinjoan un mayor conocimiento de la música germánica y de los retruécanos compositivos de Anton Webern. Del mismo año es
El Pinell de Dalt, una obra más fresca, fraseada y espontánea que el más sesudo, abstracto y estructural
Ensayo. En
El Pinell de Dalt nos encontramos con la mayor libertad de movimientos de la naturaleza, desde un ejercicio inicial de contemplación que abre el espectro armónico para ir multiplicándolo posteriormente a través del ritmo, con nuevos ecos de la escuela rusa y un desarrollo de las ideas en cuanto a la proliferación métrica que habíamos visto en las piezas de los años 1960 y 1961.
Cierra el capítulo de partituras compuestas en 1962
Chez García Ramos, una obra que refuerza la impronta bartokiana, por el acusado
martellato con el que se ataca el teclado (más, aún, en manos de Alfonso Calderón), lo que nos permite conocer mejor la asimilación, por parte de Guinjoan, de las primeras vanguardias, mientras que sus melodías más livianas y delicadas portan ecos de la música popular catalana, añadiéndose a ello un eco muy sublimado, aún, del cromatismo de Olivier Messiaen, por lo que, aunque Guinjoan llegaría mucho más lejos en los años setenta, con
Chez García Ramos estamos ante una de las obras más completas de esta primera etapa de su creación pianística.
Cierra estas
Early Works el
Scherzo i Trío del año 1963, una obra que avanza un paso más en el trabajo estructural y en las investigaciones constructivas de Joan Guinjoan, uniendo al desparpajo de su tema inicial una exploración de lo más abstracto del lenguaje en la segunda sección de la obra, rubricando la importancia que en el primer Guinjoan tuvieron el ritmo y la sublimación (mucho más velada que en Albéniz, Granados o Gerhard) del folclore catalán, tomado por Guinjoan (como lo haría con el flamenco, en
Jondo) de un modo no literal y, en muchos casos, a modo de impulsos rítmicos o pinceladas de color que se multiplican en un lenguaje personal que se llevará a la madurez en las piezas que integran los volúmenes primero y tercero de estas obras completas que nos presenta IBS; así que, al tercero de estos discos nos vamos ya.
Joan Guinjoan. Complete Piano Works Vol. 3: Tres Petites Peces;
Células 1;
Células 3;
Autògraf;
La Llum Naixent;
Bon dia Francesc!;
Nocturno (Una página para Rubinstein);
Cadenza en homenaje a Mompou;
Recordant Homs;
Recordant Millàs;
Recordant Albéniz;
Recordant Chopin. Alfonso Calderón de Castro, piano. Francisco Moya, Gloria Medina e IBS Artist, productores. Cheluis Salmerón, ingeniero de sonido. Un CD DDD de 47:01 minutos de duración grabado en el Auditorio Manuel de Falla de Granada (España), del 7 al 9 de marzo 2022.
IBS Classical 112024.
Se trata de
Character Works, un compacto grabado en las mismas fechas que
Early Works, por lo que estamos ante toda una novedad discográfica, pues ni hace un año que se efectuó su registro en el Auditorio Manuel de Falla de Granada, al igual que los anteriores volúmenes de estas obras completas para piano de Joan Guinjoan en IBS.
Abren este tercer y último compacto las
Tres Petites Peces (Homenaje a Cristòfor Taltabull) (1965), un ciclo que muestra una madurez ya muy consolidada en el piano de Guinjoan, incorporando nuevos ecos webernianos, en la muy articulada
Constel·lacions; la sensualidad y lo melódico, en
Dinàmica de Timbres i Intensitats; y una concepción muy libre y personal del ritmo, en
Ambient i Ritmes, pieza que parece poner en diálogo a Olivier Messiaen con el
jazz. En esta última pieza, el juego con el timbre nos remite, asimismo, a compositores como Maurice Ravel, si bien convenientemente actualizados, con un uso del ataque y de las resonancias en pedal más extremo, lo que redunda en el mayor colorido de esta tercera pieza.
Con
Células 1 (1966) y
Células 3 (1968), los antes citados ecos webernianos se acusan aún más, llegando a una estética serial que Guinjoan conoció de primera mano en el Domaine Musical parisino. Como señaló Rosa Fernández, estamos, junto con
Prisma (1979), ante las únicas piezas estrictamente seriales del compositor catalán, por lo que nos movemos en un terreno altamente abstracto y estructurado, con células dodecafónicas tratadas con un especial cuidado en cuanto al lirismo de sus intervalos, lo que hace que el conjunto suene, aunque rigurosamente serial, poético y personal, estableciéndose fuertes conexiones con la pintura, por el tratamiento cromático y sus bloques de variaciones, según éstos retrograden, inviertan o espejeen las series.
La exigua
Autògraf (1999), de apenas cinco compases, fue calificada en su día por Rosa Fernández como un «breve mosaico, ajeno a virtuosismos y cercano a una escritura improvisatoria y cálida». Nos abismamos, aquí, a un nuevo aforismo de reminiscencias webernianas, por su concisión y laconismo, pero con un vuelo lírico que no escatima Alfonso Calderón en su lectura, más dulcificada y sin su tan vigoroso ataque habitual.
Como vimos al comienzo de esta reseña, si la
Pequeña Fantasía en fa menor marcaba, en 1954, el alfa del catálogo pianístico de Guinjoan, su omega sería, en 2018,
La Llum Naixent, una obra que aquí escuchamos mediado el tercer disco (una pena, por tanto, que no hubiese cerrado el compacto y estas obras completas, como lo hizo con la producción para piano de Guinjoan). Basada en un poema de Antoni Clapés, su comienzo dialoga de forma muy bella con
Autògraf, mostrando un piano que, desde el registro grave, va ganando en solidez armónica y ampliando su espectro cromático para convocar esa luz a la que se refiere Clapés en sus versos. Por el modo de desdoblar los registros y otorgar nuevas formas a la célula germinal, podríamos volver a hablar, en
La Llum Naixent, de una escritura rapsódica, de una gran vitalidad que sólo se detiene, sobrecogida, en los compases finales, ante su último y definitivo silencio.
Otro ejercicio de aforismo es
Bon dia Francesc! (2007), pieza de apenas un minuto de duración dedicada a Francesc Farré en la que vuelve a mandar la pureza de su cromatismo y el uso del pedal para suspender los colores del piano. Con
Bon dia Francesc! entramos, asimismo, en la última parte del disco, toda ella integrada por piezas dedicadas a compositores y a músicos admirados por Joan Guinjoan; algunos, contemporáneos y coterráneos del compositor catalán; otros, parte de esa gran tradición europea de la que nunca dejó de aprender Guinjoan, en busca de un lenguaje propio.
Veinte años anterior, en 1987 y con
Nocturno (Una página para Rubinstein) Guinjoan ya buscaba una forma de reflejar esa tradición de un modo menos abrupto y aristado que lo que habían sido sus obras de finales de los setenta, mostrando otra de las señas de identidad del pensamiento guinjoaniano: el no repetirse a sí mismo y el no caer en la necesidad («psicosis», llegaba a decir) de la innovación por la innovación, un mal que consideraba común en muchos compositores de la vanguardia.
Nocturno fue escrita para el IX Concurso Internacional de Piano Paloma O’Shea, teniendo en su mente Guinjoan el halo romántico del estilo interpretativo de Rubinstein: un romanticismo que se observa en los claroscuros de sus temas, combinados con los que Rosa Fernández dice «clústers diatónicos y pentatónicos que flexibilizan de forma gradual el discurso, hasta que finalmente se afirma la línea temática de carácter interválico en
cantato hasta el final de la pieza». Un bella evocación, por tanto, del canto, unida al rigor constructivo que, llegado desde su fase más estructural de los años setenta, ya no abandonaría a Guinjoan hasta la postrera
La Llum Naixent.
El capítulo de homenajes continúa con la
Cadenza en homenaje a Mompou (1993), partitura compuesta seis años después de la muerte de Frederic Mompou, un compositor que no sólo ayudó a Joan Guinjoan en sus estudios y en su carrera musical, sino que influyó en su estilo y en su poética; destacadamente, en sus primeras piezas, como aquí hemos señalado. Con un regusto impresionista, Guinjoan se embebe del lirismo y la delicadeza del piano de Mompou, de su diálogo entre iridiscencias melódicas y densos silencios, acusando de nuevo el manejo del pedal cual si éste mantuviese vivo el pálpito espiritual del compositor homenajeado, ultrapasada su desaparición física.
Recordant Homs (2005) incorpora una escritura interválica característica de Joaquim Homs, aunque el lenguaje, como en las restantes piezas para piano de Guinjoan compuestas en el siglo XXI, parece embeberse de la nostalgia, de un guiño a la tradición. Compuesta para celebrar en 2006 el centenario del nacimiento de Joaquim Homs, estamos ante un «Soliloquio para la mano izquierda» que va entreverando temas para entablar ese diálogo entre Guinjoan y Homs, entre el presente y el pasado.
En el caso de la más reciente de estas piezas-homenaje,
Recordant Millàs (2014), Diego Civilotti nos informa en sus notas de que se trata de una serie de variaciones que parten de la
chanson medieval
Le Roi Renaud, aunque el estilo devenga cuasi jazzístico, incorporando a lo modal ligeras disonancias que, en manos de Alfonso Calderón, suenan con toda la pertinencia de quien con Joan Guinjoan trabajó una partitura por el pianista malacitano estrenada en Barcelona el 29 de noviembre de 2016.
Como su título nos indica,
Recordant Albéniz (1995) dialoga, en apenas un minuto y medio, con uno de los mayores compositores de música para piano que haya tenido España, Isaac Albéniz.
Recordant Albéniz es una partitura nuevamente aforística, aún más concentrada, de acusado ritmo ternario que le confiere su poderoso impulso y direccionalidad, finalizando, como nos indicaba Rosa Fernández en sus primorosas notas para el sello Columna Música, con un «anillo
ad libitum» que se vuelve a convertir en la metáfora musical a través de la cual Guinjoan evocó la intemporalidad de estos grandes compositores a los que retrató en su serie
Recordant.
Aunque
Recordant Millàs fue la última partitura de este ciclo de obras-homenaje, el disco y la integral pianística dedicada al compositor catalán en IBS se cierran con
Recordant Chopin (2012), la pieza más extensa de esta serie, con sus 6:10 minutos de duración. Como ya habíamos visto en
Tempo Breve, fue Frédéric Chopin un compositor fundamental para Guinjoan, que aquí parte de un ambiente nocturnal para articular su partitura en dos secciones ininterrumpidas en las que el piano va ganando peso y virtuosismo, sin escatimar ecos y resonancias que, en el ecuador de
Recordant Chopin, volverán a recordarnos el cromatismo de Messiaen, antes de adentrarse en la parte más virtuosa, rápida y técnica de una partitura de gran exigencia en su última sección en cuanto a mecanismo y digitación, rubricando su interpretación Alfonso Calderón con poderío, en lo que casi nos sonará como la articulación musical del apellido Guinjoan.
Ello redunda en unas versiones, en global, realmente meritorias por su expresividad, arrojo y capacidad para convocar lo más articulado y moderno del piano guinjoaniano. Es por tal motivo que se trata de un enfoque perfectamente complementario con respecto a las interpretaciones de varias de estas mismas piezas por parte de José Menor en el sello Columna Música, donde nos encontrábamos con unas lecturas más delicadas y poéticas, así como más atentas a los ecos del Impresionismo, mientras que Alfonso Calderón diría que bascula un poco más el mapa de las influencias en el piano de Guinjoan hacia el lado germánico, por su aplomo, estructuralismo y contundencia.
Acierta Calderón, también, al atacar desde distintos enfoques estilísticos y, por tanto, con diferentes énfasis en la paleta tímbrica y técnica, las etapas en las que se divide el catálogo pianístico de Joan Guinjoan, con mayores dejes populares, melódicos y coloristas, en las primeras piezas; una poderosa incidencia en el ritmo y en la arquitectura de los clústeres y los formantes, en una segunda etapa; y un crepuscular lirismo en las obras elegíacas, dedicadas o aquéllas en las que, en general, Guinjoan volvía la vista atrás, en sus últimos años de vida.
Las grabaciones, a cargo de Cheluis Salmerón, con mezcla y masterización en el Iberia Studio, son otro de los puntos fuertes de estas obras completas para piano de Joan Guinjoan en IBS Classical, por su definición espacial, realismo tímbrico y balance en rangos dinámicos. Menos halagüeño es el apartado de las notas, todas ellas firmadas por Diego Civilotti, que abunda en divagaciones filosóficas pero en cuyos textos se echa en falta ya no sólo la profundidad técnica y el conocimiento de las notas escritas por la musicóloga Rosa Fernández para el ciclo de José Menor en Columna Música, sino cuestiones tan esenciales en ensayos de esta naturaleza como las propias fechas de composición de las partituras: aspecto, aquí, aún más necesario, si lo que se pretende es ofrecer una panorámica del conjunto del piano de Joan Guinjoan, poniéndolo en los respectivos contextos históricos de cada partitura.
Dichas notas se ofrecen en inglés, castellano y catalán, acompañadas por la biografía de Alfonso Calderón y por un buen número de fotografías del pianista andaluz y de Joan Guinjoan. Todo ello redondea un gran esfuerzo editorial por parte de IBS que hemos de aplaudir, pues por fin nos ofrece, en tres discos compactos, una obra completa para piano de una personalidad y un valor propios en la música catalana y española contemporánea, profundizando en los muchos perfiles que hacen de Joan Guinjoan un creador con tantos detalles a descubrir y reivindicar, como aquí lo hace Alfonso Calderón.
© Paco Yáñez, enero de 2025
Más información en la página web del sello
IBSClassical
La fotografía del Maestro es de la Fundación Joan Guinjoan
Más información en la web del compositor
Joan Guinjoan
Más información en el perfil del compositor en nuestra web
ECH-Joan Guinjoan