El ocaso de los dioses bruselense: La Monnaie culmina su Anillo con una Götterdämmerung apoteósica
05/02/2025
Anoche, La Monnaie fue testigo del gran desenlace del Anillo del Nibelungo de Richard Wagner con una Götterdämmerung que desbordó intensidad y dramatismo. Bajo la batuta de Alain Altinoglu y la puesta en escena de Pierre Audi, la última jornada del ciclo wagneriano se desplegó con una fuerza arrolladora, llevando al público a un clímax sonoro y visual que selló con fuego y destrucción el destino de dioses y mortales.

Der Ring des Nibelungen. Ein Bühnenfestspiel für drei Tage und einen Vorabend. Dritter Tag: Götterdämmerung
In drei Aufzügen. Text und Musik von Richard Wagner. Création Festspielhaus, Bayreuth, 17.8.1876
Dirección musical ALAIN ALTINOGLU. Dirección escénica PIERRE AUDI. Coreografía PIM VEULINGS. Video CHRIS KONDEK. Decorados MICHAEL SIMON. Vestuario PETRA REINHARDT. Diseño de luces VALERIO TIBERI. Dramaturgia KLAUS BERTISCH. Director de Coros EMMANUEL TRENQUE.
Siegfried BRYAN REGISTER Gunther ANDREW FOSTER-WILLIAMS Alberich SCOTT HENDRICKS Hagen AIN ANGER Brünnhilde INGELA BRIMBERG Gutrune ANETT FRITSCH Waltraute NORA GUBISCH Erste Norn MARVIC MONREAL Zweite Norn IRIS VAN WIJNEN Dritte Norn KATIE LOWE Woglinde TAMARA BANJEŠEVIĆ Wellgunde JELENA KORDIĆ Flosshilde CHRISTEL LOETZSCH. Orchestre symphonique et chœurs de la Monnaie. Production LA MONNAIE
En coproduction avec Shelter Prod et Prospero MM Productions, avec le soutien de Taxshelter.be et ING
Avec le soutien du Tax Shelter du Gouvernement fédéral belge
La Monnaie cerró anoche su majestuosa travesía wagneriana con una Götterdämmerung de altos vuelos, donde la dirección de Alain Altinoglu brilló por su claridad estructural y su capacidad de esculpir los leitmotivs con una intensidad palpitante. Desde los primeros compases de la inquietante escena de las Nornas hasta el inmenso sacrificio final de Brünnhilde, la orquesta desplegó una paleta sonora de una riqueza fascinante, en la que los metales, siempre desafiantes, y las cuerdas, cálidas y dramáticas, sostuvieron la tensión hasta el último acorde y el drama se desplegó con una fuerza arrolladora. Bajo la dirección de Alain Altinoglu, la orquesta desplegó toda la carga emocional y simbólica de la partitura wagneriana, Altinoglu logró mantener una tensión constante a lo largo de las casi cinco horas de música, dando forma a un sonido expansivo y brillante, sin perder claridad en las texturas orquestales. La Monnaie Symphony Orchestra respondió con precisión y pasión, especialmente en los clímax de la obra, como la escena final. Destacaron los metales, que proyectaron la fatalidad del destino con una contundencia sobrecogedora, y las cuerdas, que supieron dotar de lirismo a los momentos más introspectivos.
Pierre Audi ofreció una puesta en escena sobria y conceptual, que potenció el drama humano sin perder la grandiosidad mítica de la obra, una visión sobria pero efectiva del colapso de dioses y héroes. El minimalismo en la escenografía de Michael Simon permitió que la iluminación de Valerio Tiberi y el impactante diseño de vídeo de Chris Kondek tomaran un protagonismo expresivo, dibujando un crepúsculo de los dioses tan onírico como devastador, minimalistas pero cargados de simbolismo, dejaron espacio para que la iluminación de Valerio Tiberi y los vídeos de Chris Kondek dieran forma al crepúsculo de los dioses con imágenes espectrales y atmósferas envolventes.
Pierre Audi optó por una concepción escénica que, sin abandonar lo épico, puso el énfasis en la fragilidad de los personajes. Lejos de una reconstrucción grandilocuente del Walhalla, su propuesta se centró en la decadencia humana y la futilidad del poder.
El uso del videoarte en las proyecciones reforzó la idea de un mundo en descomposición: el Rin convertido en un flujo de imágenes digitales distorsionadas, Walhalla reduciéndose a cenizas en un bucle de fuego y humo, y el oro maldito resplandeciendo como un espectro que consume a quienes lo poseen. Esta elección estilística, lejos de distraer, intensificó la sensación de inexorabilidad que domina la última jornada del Anillo.
En el reparto, Ingela Brimberg se consagró como una Brünnhilde de enorme presencia escénica y vocal, capaz de transitar desde la vulnerabilidad hasta la determinación heroica con una línea de canto llena de matices. Brimberg ofreció una Brünnhilde majestuosa, con un dominio escénico absoluto y una interpretación vocal llena de matices. Su canto osciló entre la rabia contenida, la vulnerabilidad y la redención final, logrando momentos de una belleza devastadora, especialmente en la inmensa escena de la inmolación. Su "Starke Scheite" fue, sin duda, el punto culminante de la noche, donde la orquesta y la soprano se fusionaron en un clímax sonoro de proporciones épicas.
Bryan Register encarnó a un Siegfried heroico pero con cierta irregularidad en su proyección vocal, especialmente en la escena de la traición. No obstante, su entrega dramática fue incuestionable, y logró dotar al personaje de una humanidad palpable en su último monólogo.
Ain Anger como Hagen fue, sencillamente, aterrador. Su voz profunda y su presencia imponente dominaron cada escena en la que apareció, convirtiéndose en la encarnación misma de la ambición y la perfidia. Su "Hoiho!" retumbó en la sala como un presagio de fatalidad. Andrew Foster-Williams aportó un Gunther de gran complejidad psicológica, mientras que Anett Fritsch dibujó una Gutrune de dulzura trágica. Nora Gubisch como Waltraute protagonizó uno de los momentos más emotivos de la velada en su desgarradora súplica a Brünnhilde.
El trío de Nornas y las Hijas del Rin estuvieron impecables, con una homogeneidad vocal que reforzó su función oracular y espectral.
Cuando la orquesta estalló en los últimos compases y las llamas consumieron el Walhalla, el público contuvo el aliento antes de estallar en una ovación atronadora. Esta Götterdämmerung no solo marcó el fin del Anillo en La Monnaie, sino que se inscribió como una de las producciones más impactantes de las últimas temporadas.
La pregunta que planteaba este montaje —¿qué queda del hombre cuando solo puede contar consigo mismo?— encontró su respuesta en una música que, pese a narrar el fin de un mundo, sigue resonando con la misma fuerza que cuando Wagner la concibió. La apoteosis final fue el golpe maestro: el fuego devorando Walhalla, las aguas del Rin reclamando su oro, y la música de Wagner elevándose hasta lo sublime. Con este cierre, La Monnaie no solo culmina su Anillo, sino que deja una huella imborrable en la memoria de su público.
Las fotos son de La Monnaie Monika Rittershaus
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