Huber (I de III): Nicolaus, militante sonoro del siglo XX
30/06/2022
Una crítica de Ismael G. Cabral para El Compositor Habla
NICOLAUS A. HUBER
Angel Dust. Blanco y Verde. Ohne Hölderlin. En face d’en face. ALGOL. Rose Sélavy. AION.
Mike Svoboda, trombón. Stefan Hussong, acordeón. Erik Drescher, flauta. Matthias Badczong, clarinete. Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt. Friedrich Goldmann, director. Catherine Vickers, piano. Ensemble Musikfabrik. Jacques Mercier, director. NEOS 12209-10. 132’. 2022
La discografía (disponible) de Nicolaus A. Huber (1939) recorre solo una pequeña parte del catálogo del compositor alemán. Por esta razón este doble disco que publica NEOS tiene un valor añadido especial, toda vez que traza un arco temporal que abarca buena parte de la trayectoria del músico, desde 1968, fecha en la que firma la creación electroacústica AION, a 2019, cuando escribe la pianística ALGOL. En el camino de la escucha se insertan diversas páginas camerísticas y una amplia pieza para orquesta sinfónica y cinta, por lo que la panorámica formal y estética es también, obviamente, de enorme interés para conocer algunas de las reflexivas inquietudes que han venido suscitando su creación.
Alumno de Luigi Nono, Huber, colega de generación de Helmut Lachenmann (con quien también compartió mismo maestro), ha recibido en numerosas ocasiones los parabienes de este. También de otros autores, ya en una posición de alumnos, siendo el caso más destacable el de Gerald Eckert, músico de inmensa valía y tapado por el institucionalizado ámbito de la música contemporánea, donde se decide, bastante a menudo con criterios espurios, en qué lugar de preeminencia se coloca a unos y otros.
Proponiendo una audición en escala de mayor a menor interés deberá comenzar nuestra inmersión en Nicolaus A. Huber (destaquemos la importancia de su nombre, en próximas publicaciones en El Compositor Habla analizaremos nuevas adiciones a la fonografía de otros dos Huber, Klaus y Rupert, respectivamente) con la ya citada ALGOL, para piano (con arpa de boca). Conviene mantenerse un tanto al margen de las notas escritas por el autor en la carpetilla del disco. Las conexiones reflexivas que establece Huber son habitualmente exógenas a la música y de muy difícil traslación a unas obras que se mueven siempre en el entorno de abstracción y, en las piezas de pequeño formato, del virtuosismo instrumental. Como ejemplo de ello, en esta AION se alude a la teoría de los arquetipos de Carl Gustav Jung, también a la “exploración de las posibilidades de analogías entre el comportamiento cuántico y las concepciones armónico-tonales” (!) Huber, por si fuera poco, añade pensamientos en torno al título de la obra que conectan con la fonemática árabe y las constelaciones… Nada de ello se deduce en la escucha, perfectamente autónoma, de la composición. ALGOL es una partitura pensativa que señala a un compositor curtido en unas vanguardias que llegan muy atemperadas en el año de composición de la obra (2019). Se gusta en sonidos aislados y en un complejo uso del pedal y la resonancia; la atraviesa un puntillismo que no rehúye lo contemplativo, y que se enrarece en el tramo final con el empleo del característico sonido del arpa de boca. Catherine Vickers lleva adelante la obra transmitiéndonos su convicción en lo que se nos ofrece, gracias también a una grabación espaciosa, que no coloca al piano incrustado en el altavoz.
La bien curtida en materia de música actual Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, con Friedrich Goldmann al frente, se encarga de En face d’en face (1994). Para poner en sonido este “opuesto de opuesto”, Huber conecta con la herencia pictórica cubista y se planteó la dificultad de mostrar esta idea en música rehusando la tentación repetitiva. La obra está dividida internamente en 16 partes y estás están en capas, una encima de la otra. Por ello se habla de “representación múltiple o simultánea”. Nuevamente la disquisición queda en el plano teórico; la audición presenta una obra en la que la orquesta sinfónica actúa como esparciendo una gran mancha de pintura en la que no hay espacio para el blanco del óleo, para el vacío, para el silencio. Es inmersos en ese sonido comprimido (en el que se amalgama lo acústico y la adición electrónica de la cinta, a su vez con otra grabación de sonido instrumental) como podemos conectar, vagamente, con lo anteriormente explicado. Solo al final, cuando creemos que la música ha concluido, una especie de aleteo aislado de la orquesta en la cinta nos subraya la multiplicidad de capas superpuestas que han compuesto la escucha, quedando esa última aportación casi como un desfase, un nada intencionado “error” que aboca la pieza a un final enrarecido, dejándonos entrever el truco.
Esa cualidad extraña de la música de A. Huber, explicitada tanto en AION (con el recurso del arpa de boca) como en En face d’en face (con la cinta y el final aclimático) continúa muy presente en Rose Sélavy (2000), para ensemble y cinta. Es una grabación del estreno mundial a cargo de los Musikfabrik, quienes se encargan de la pieza más distendida de la colección, aproximación muy libre al alter ego de Marcel Duchamp. Recogiendo la idea de Hannes Seidl, a propósito de la “infiltración” de la cultura pop en la música del compositor de Passau, la música se abre aquí a un caleidoscopio tímbrico de colisiones y fracturas instrumentales que pareciera entroncar la pluma de Huber con una de las derivadas más onomatopéyicas e iconoclastas de la música actual (se piensa en autores como Clemens Gadenstätter y Bernhard Gander). Rose Selavy es puro goce auditivo sin rebajar la exigencia intelectual de la escucha, y en ella espejean momentos auténticamente cageanos como pasajeras taraceas radiofónicas, deudoras, por ejemplo, de la composición Credo in us, del músico de Nueva York.
AION (1968/72) –título de profundas reminiscencias scelsianas- es la obra más extensa del álbum, por ello mismo la que da título a este retrato discográfico. Inicialmente concebida para cinta de cuatro canales y difusión de olores, queda aquí documento de la misma en formato estéreo, lo que sirve para tener una impresión bastante aproximada de una pieza que, anticipamos, queda en la escucha excesivamente datada, hija de un tiempo concreto y, por ello, no especialmente viva al albur del siglo XXI. El propio Huber se refiere a esta como “modelo acústico” y vuelve a recurrir a las ideas de Jung con respecto a los arquetipos. La cantidad de fuentes irreconocibles que transitan la pieza y la lectura de textos en alemán que alberga dificultan notablemente la conexión, al menos, para un oyente no germanohablante. Pero aun teniendo en cuenta el contexto de lo que se nos expone, el material puramente sónico es insuficiente para que AION logre despegar el vuelo (o, cuando lo hace, es solo puntualmente) y se justifique más de una audición. Ohne Hölderlin (1992), para contrabajo y piano; Blanco y Verde (2018), para flauta y clarinete; y Angel Dust (2007/08), para trombón y acordeón representan a otro Nicolaus A. Huber posible. El consagrado a la pura indagación técnica y virtuosa en los instrumentos (y en los instrumentistas) y también el buscador de asociaciones tímbricas inusuales. Los resultados interesarán más a los oyentes-músicos que al resto, que tiene en las anteriores obras suficientes puntos de anclaje para encontrar en esta grabación músicas de calado.
La fotografía de Nicolaus A. Huber es de Charlotte Oswald
Aquí tenéis todas la entrevistas, críticas y noticias de Ismael G. Cabral en la sección de Ismael en El Compositor Habla: Atelier de Músicas
Ismael G. Cabral
Soy periodista (no solo) cultural en Sevilla. Pasé 16 años en la redacción de 'El Correo de Andalucía' (2002-2018). Actualmente escribo sobre música en las revistas 'Ópera Actual', 'Scherzo' y El Compositor Habla.
Y sobre animales en el portal 'Wamiz'. En el pasado, también investigué radio y televisión. Buscando nuevos horizontes.Ismael G. Cabral