ISSN 2605-2318

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Donaueschinger Musiktage 2024 #1: Baterías de cuerpo presente, taladros percutores y un homenaje en la medianoche


21/10/2024

Una crítica de Ismael G. Cabral para El Compositor Habla




Debe resultar difícil establecer un hilo temático en un festival de las características del Donaueschinger Musiktage. En la edición de este año el elegido ha sido ‘Alone together’ reflexionando sobre el acto de escuchar (necesariamente personal y reflexivo) en comunidad. Sin embargo, por más que la nueva directora de estas jornadas -nueva en tanto que esta ha sido la segunda edición que ha programado- Lydia Rilling [una entrevista realizada con motivo de la llegada al Musiktage puede leerse aquí] quiera plantear un debate en torno a una idea, un certamen como este -a base de estrenos absolutos- es una bomba sorpresa en las manos de cualquiera.

Y es así como debe continuar siendo. En solo tres días la pequeña localidad alemana de Donaueschingen celebra el alumbramiento de decenas de nuevas partituras lo que otorga a esta cita, desde hace más de un siglo, una identidad insoslayable. ¿Se advierten o se empiezan a advertir las ideas Rilling y su traslación práctica? Desde luego no tanto en la estructura, que sigue fiel a un esquema comprimido y desbordado, que funciona. Sí en su decidida, lógica e indisimulada cruzada por llenar estas Jornadas de mujeres intérpretes y compositoras (más las segundas que las primeras; este es un ágora, sobre todo, de creadores), también en la renovación de unos directores que, hasta hace bien poco, conjugaban un sota, caballo y rey. Nuevos rostros, nuevas expresiones entonces para un festival que lejos de señalarse a malas como un encuentro de intereses entre compositores y editoriales; es, y así se percibe en cada concierto, un lugar de confluencia de aficionados. Lo prosaico de lo empresarial y lo pasional de la afición (con esos intercambios y venta de discos furtiva en la puerta del Donauhalle) conviven. Hay otras muchas citas en Centroeuropa, pero ninguna ofrece tanto en tan poco tiempo. Y ninguna se ha atrevido a llevar tan lejos su idilio con la novedad; lo escrito ayer ya es pasado, ya no cabe en Donaueschingen.

Lo que en estas líneas se persigue es analizar cuanto de sí ha dado (sin ánimo de exhaustividad… pero casi) la edición de este 2024 -celebrada del 17 al 20 de octubre- y, a últimas, verificar si la hoja de ruta que siempre ha significado el Musiktage sigue engrasada. Hay un añadido que enriquece cualquier revisión que se haga de este certamen; la emisora SWR, principal valedora del mismo, graba gran parte de lo que allí acontece, con lo que todas las músicas citadas están ya a la mano -a los oídos- a golpe de un solo clic.

Nexo con el Festival Rainy Days de Luxemburgo, que dirigió Rilling, constituyó la presencia durante todo el festival del grupo United Instruments of Lucilin encargado de las activaciones de la instalación aussi fragile que posible, de Elsa Biston, en el Museum Art.Plus. Cuando se decide proponer algo muchas veces hecho la nueva traslación se ha de hacer con el mayor esmero para que, al menos, la reexposición a un material de sobras conocido sea satisfactoria. Biston ha creado una pieza escultórica de pequeños objetos residuales de nulo valor que, expuestos en el espacio museístico, se resignifican y son mirados con otros ojos. Más allá, estos fueron activados por los músicos de Lucilin en unos breves conciertos en los que se añadían puntuales ejecuciones instrumentales. Precisamente la convencionalidad de estos objetos (violín, flauta, saxofón) restaba organicidad a la propuesta sonora, que se engrandecía cuando se centraba en los cachivaches esparcidos, tañidos con enorme sutilidad, generadores de agradables tintineos (el de una lata de refresco arrugada contra un plato de percusión) y evocadoras texturas (la resultante del soplido a un cartón o un plástico arrugado, el crujir de unas hojas secas).



Enno Poppe es un músico gigante. Lo es en tanto que en el mismo escenario de la Bartók Saal presentaba en 2018 Rundfunk, para nueve sintetizadores; y ahora regresaba con Streik, para diez baterías. La Orquesta de Percusión de Colonia, allí sola, sin director, se encargó de levantar este edificio sonoro de casi una hora de duración. Baterías de cuerpo presente ¿y de alma ausente? No así, aunque Poppe consigue el más difícil todavía; ¿cómo hacer que diez baterías no suenen a diez baterías? En la partitura de Streik se hallará el conjuro para ello. Podía haber tenido tentaciones rock, pero las ha evitado. Podía haber hilado con el jazz, y lo esquivó. Podía abocarse a una escritura virtuosa, hipercompleja y asalvajada, no fue por ahí. Streik es una pieza que crecerá y se hará mayor en futuras ejecuciones, pero ya en primera audición asombró con su capacidad para eludir tantas situaciones que con ingenuidad se podían anticipar. Tampoco la del minimalismo, mucho menos devino en una exploración enjundiosa  pero previsible de la batería en tanto que gran artefacto sonoro. Los contornos estéticos de la nueva gran obra de Poppe son complejos de detectar. Se dieron líneas melódicas fugaces, ritmos que se desfasan rápidamente, una atención preciosista a una tímbrica monocromática; la sala de máquinas de una banda erigida aquí en una apisonadora, en una batería gigante, diez en una sola.
 



No deja de resultar llamativo que la obra que más queramos volver a oír después del concierto sinfónico de inauguración no sea las que necesitamos volver a ver (gracias a la grabación audiovisual de la SWR). En el primer caso, Alter, para soprano y orquesta, de Pascale Criton; resultó de una apabullante modestia en medio de lo que desplegaron las otras dos obras. Sirvió para comprobar que el lenguaje de Criton se ha hecho más y más sugerente con el paso del tiempo y que esta pieza ocupará un lugar muy elevado en su catálogo. También supuso la constatación de que Juliet Fraser es una voz de una desnudez como pocas antes habíamos conocido. Por su naturalidad y su registro se adecúa como guante a Feldman, también aquí a los requerimientos de una pieza que la hace cantar y recitar en un texto lleno de sugerencias, entre ellas, alguna indisimulada, como el tomar parte de la redacción del I am sitting in a room, de Alvin Lucier, tartamudeo incluido. La orquesta de la SWR, dirigida por Susanne Blumenthal, abrigó a Fraser con una cuerda muy presente, sonidos aspirados y otros en los que simplemente se configuraban pequeñísimas variaciones de timbre y tono. En una página que habla de la fragilidad y de la soledad, la música de Critón no precisa reafirmarse, es elusiva cuando así le conviene, y deja con ganas de haber continuado por más tiempo en el universo de Alter.

grosso era uno de los acontecimientos del Musiktage. La nueva gran obra de Simon Steen-Andersen, después de su triunfo en este mismo escenario -el Baarsporthalle- con  la masiva y archivística TRIO, el compositor danés, tras años centrado en lo multimedia, posibilitaba una obra sinfónica sin más aditamento que lo puramente sonoro. Venía además el ensemble Yarn / Wire como cuarteto solista para hacerse cargo de un arsenal heterogéneo que anticipaba algunas líneas: kalimbas, armónicas y varios taladros percutores. En el centro, un altavoz Leslie, amplificador y altavoz que proyecta la señal de instrumento eléctrico, aquí un órgano Hammond. El carácter totémico del mismo ofrecía a la interpretación un carácter bastante teatral (…a lo mejor Steen-Andersen no se ha distanciado tanto de lo audiovisual) que se acrecentaba con una pieza que, de principio a fin, es un catálogo de inventiva orquestal con una pretensión puramente lúdica. grosso es música de un tiempo saturado de contenidos y nos pone la difícil tarea de a dónde mirar y cómo escuchar y combinar todo el contingente (orquesta, cuarteto, Leslie y electrónica fijada). Blumenthal hizo lo que pudo por acoplar todo el contingente -al que se sumaban los técnicos del IRCAM-  y a la audición llegó esta amalgama reluciente y a ratos fascinante de impactos, de sonidos mecánicos, de emanaciones vintage del Hammond y de otros sonidos directamente prestados de cartoons de Hanna Barbera.
 



En este más difícil todavía que cada año propone el Donaueschinger Musiktage quedaba por descubrir la nueva obra de George Lewis, The Reincarnation of Blind Tom, doble concierto para solista humano, piano por Inteligencia Artificial y orquesta. Pionero en estas lides computacionales (Forager, 2022, para quinteto e interactive computer pianist) Lewis contó con el veterano saxofonista e improvisador Roscoe Mitchell, quien impertérrito dialogó con un piano de cola cuyas teclas sonaban sin mediación de ningún humano. Superado el inquietante efecto sorpresa, Mitchell impuso su saxo crudo y desabrido a las irrupciones meteóricas de un piano que, en sus cascadas de notas, recordaba a las pianolas de Conlon Nancarrow. Piano por IA y Mitchell ofrecieron instantes sonoros memorables; o el encuentro de dos realidades tan distantes concertadas por una Blumenthal a la que el músico de Chicago puso en algún apuro. La escritura orquestal de Lewis, tendente a lo implosivo, resultó si no más convencional, sí más predecible en su agrio pero suculento lenguaje modernista; con iridiscencias en los metales de reflejos (free)jazzeros y unas percusiones eficazmente disruptivas.



Finalizó la primera jornada, a pocos metros, en el Erich Kästner-Halle, con una sesión de costuras muy neoyorkinas en lo sonoro y en lo formal. Con el público tumbado en el suelo, tres pantallas de cine (proyectando fragmentos de la serie de Niblock, The Movement of People Working) y los músicos deambulando por la sala se llevó al cabo un cálido homenaje al compositor Phill Niblock (1933-2024) tristemente menos decibélico de lo que él hubiera deseado (“si los vecinos no se quejan es que no has subido la música suficiente”). Biliana Voutchkova estrenó casi en la madrugada Biliana, a ella dedicada en 2023; en la que el sonido tenido de un violín que escala y desciende, desciende y escala, escala y desciende, es agigantado por el drone y por la voz monocroma y amplificada de la solista. Música de un estatismo brutalista que se gusta en su asunción de propuesta experimental y vivencial, que ha de ser habitada. Al igual que BLK + LNS, para contrabajo y clarinete bajo, que ejecutaron Neil Leonard y John Eckhardt; pieza más cavernosa y sucia que la anterior, en la que faltó un punto más de arrojo por parte del técnico de sonido. Niblock habría querido una experiencia más bestia.


 
Ismael G. Cabral corresponsal de El Compositor Habla en Donaueschinger Musiktage 2024. Octubre 2024



Las fotos son de SWR/Astrid Karger (1 y 2) y SWR/Ralf Brunner (3)
 

 
 

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